EL GIN TONIC DE EDUARDO MENDOZA

Con ocasión de la presentación en el Hotel Ritz de Madrid del libro Riña de gatos, con el que Eduardo Mendoza se alzó con el último Premio Planeta, el escritor barcelonés declaró a una televisión que un gin tonic salía más caro que un libro. Tal afirmación no dejó de sorprenderme: nunca me he tomado un gin tonic en el Ritz, pero si le cobran los 22 euros que cuesta Riña de gatos en una librería, espero que al menos sea de Tanqueray Ten, y no de la Bombay que toma el hortera de Pérez-Reverte.

Después de ver su chat en elmundo.es, decidí leerme Riña de gatos. La versión papel quedaba descartada de antemano: es un lujo que por razones de espacio mis estanterías sólo pueden permitirse para libros de poesía. Y lamentablemente, la versión publicada en Libranda no es compatible con mi Kindle, al menos de momento.

Como consecuencia de lo expuesto, opté por descargarme de Internet una copia no autorizada de Riña de gatos, en un formato sin DRM que pude migrar a mi Kindle utilizando el conversor Calibre. Leerlo en el Kindle presenta una ventaja adicional: el diccionario castellano de Larousse que le instalé hace tiempo me permitió lidiar con los adjetivos que gasta Don Eduardo. Prepóstero o híspido, por poner dos ejemplos de su prosa culterana.

Así pues, debo un par de gin tonics a Eduardo Mendoza y a José Manuel Lara, para compensarles por los derechos de autor no satisfechos por Riña de gatos y el diccionario Larousse. Pero primero vamos a hacer unas pequeñas cuentas sobre el beneficio real para el autor, tomando como punto de partida las bases del Premio Planeta. En esta simulación contable no contemplaremos lo que se lleva Hacienda: bastante es saber que el emperador está desnudo, para que encima le vengamos con impuestos.

La aceptación del Premio Planeta supone también la de las condiciones establecidas por el editor, entre las que se incluye –cláusula sexta- la cesión de todos los derechos de explotación sobre la obra galardonada, incluyendo su edición digital.

Los famosos 601.000 euros no son en realidad un premio, sino un adelanto de derechos de autor: los primeros 425.000 ejemplares de la obra no devengarán para Eduardo Mendoza, por ningún concepto, otra cantidad distinta del premio percibido. Y ello pese a que, a un precio unitario de 22 euros, la editorial Planeta puede llegar a facturar 9.350.000 euros. Según mis cálculos, ello supone que para esos primeros 425.000 ejemplares el autor sólo cobrará un mísero 6,42 por ciento de derechos de autor.

A partir del ejemplar 425.001, Eduardo Mendoza comenzará a cobrar derechos adicionales. Concretamente, un 10 por ciento por las ediciones en tapa dura, un 6 por ciento para la edición en rústica y –ahora viene lo mejor- un 5 por ciento para las restantes modalidades, lo que incluye las versiones electrónicas.

Si tenemos en cuenta que el precio de Riña de gatos en versión digital es de 15,49 euros, el 5 por ciento que corresponderá en el mejor de los casos a su autor, por ediciones en e-book, será de 77 céntimos de euro. Y desde esa perspectiva estrictamente autoral tengo que darle la razón a Don Eduardo: aunque el libro no esté a su altura habitual, ni un gin tonic de garrafón puede salir tan barato.

Desde la escasa o nula autoridad que pueda darme el haber estudiado en el mismo colegio que Eduardo Mendoza – también el mismo, ay, que Joan Laporta- el eximio escritor barcelonés me permitirá una reflexión, que será más ácida si la toma acompañada de una rodaja de lima y Tanqueray.

Antes o después, un autor consagrado tendrá que dar el paso, y romper con una industria editorial que pretende sobrevivir a la revolución digital pagando menos que nunca a sus autores. Lo de menos es el porcentaje del 70 por ciento que pueda conseguir publicando directamente en Amazon; lo verdaderamente importante es romper con los lazos de sumisión. Ser escritor es ante todo un magisterio moral, y en determinados casos, un compromiso con la libertad.

Carlos Sánchez Almeida

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